¿VEREMOS LA BUENA TIERRA?
- Marco Silva
- 25 nov 2019
- 5 Min. de lectura
«No verán la tierra de la cual juré a sus padres; no, ninguno de los que me han irritado la verá» (Números 14:23)
Dios había prometido la tierra de Canaán a los israelitas, la misma promesa dada a Abraham, Isaac y Jacob (Dt 1:3-8). En Deuteronomio 1:35 dice: “la buena tierra que juré que había de dar a vuestros padres”. Se la prometió primero cuando Dios lo llama (Gén 12:6-7); también, cuando Abraham y Lot se separaron (Gn 13:14-15); después cuando Dios le promete darle un hijo, a Isaac (Gén 15:18-21); al establecer la circuncisión como señal de pacto perpetuo con él y su descendencia, también se la promete (Gn 17:78); y finalmente cuando Dios ordena a Abraham que sacrifique a Isaac (Gén 22:16-17). También prometió la tierra a Isaac, cuando se va como forastero a Gerar donde Abimelec (Gén 26:3-4). Y a Jacob, cuando Dios se le aparece en Bet-el donde había dormido sobre una piedra como cabecera (Gén 28:13-14).
La tierra prometida es tipo de la Canaán Celestial, la cual el Señor ha prometido a los que lo aman y obedecen. La promesa es la tierra como herencia (Sal 37:11), la vida eterna (Jn 3:16), un reino inconmovible (Hb 12:28-29). La promesa es el reino de los cielos, consolación, justicia, misericordia, ver a Dios, ser llamados hijos de Dios, galardón grande en los cielos. Bienaventurados somos por esta herencia (Mt 5:3-12)
Los que irritan al Señor con su cobardía, incredulidad y rebeldía, son una mala generación, y tipo de aquellos que NO entrarán a la Canaán celestial. En Deuteronomio 1:35 dice: “No verá hombre alguno de estos, de esta mala generación, la buena tierra…”. Los Israelitas se asustaron cobardemente por el reporte de los espías de la tierra de Canaán (Núm 13:27-33; Dt 1:28). Los que se quedan calculando la torre y no van a la guerra, los que siguen divagando entre dos caminos, los que tienen un pie en Egipto y otro en el cielo, los que no se han entregado completamente al Señor, los que ven la carrera cristiana como algo muy pesado, los que no se quieren ganar problemas, los que tienen autocompasión lastimera, los que no les importa que el nombre de Cristo y su iglesia sean manchados, los que les pesa la Cruz de Cristo como a los israelitas. Los israelitas aborrecían el camino estrecho, no querían sufrir, querían volver a la “paz” de Egipto (Núm 14:3-5). Por eso no querían ir a la batalla. Si así somos, NO entraremos a la tierra prometida, nuestra herencia será el infierno (Ap 21:8).
La cobardía no es fruto de un cristiano nacido de nuevo. No seamos cobardes (2 Tim 1:7-8). Los Israelitas murmuraron y se quejaron de Dios por sacarlos de Egipto, fueron rebeldes (Dt 1:25-27). Es inútil contender contra el Señor (Is 45:9). Mejor callemos ante Él (Sal 37:7-9). Los Israelitas se rebelaron contra Moisés y Aaron (Núm 14:1-2). Se rebelan contra lo enseñado por los siervos de Dios, dividen al pueblo con lisonjas. Apartémonos de ellos, no sirven a Cristo (Rm 16:17-18). Serán igualmente expuestos por el Señor (2 Tim 3:8-9). Es un alivio cuando salen de la congregación (Pr 22:10). Los Israelitas no creyeron a las promesas del Señor, fueron incrédulos (Dt 1:29-33).
La cobardía y rebeldía muestran la incredulidad ante las palabras de Dios. El Señor le prometió la tierra de Canaán a los israelitas, pero les dijo que tenían que pasar por el desierto y tomar posesión de la tierra, que no temieran. Los israelitas no creyeron a la voz de Dios, quedaron postrados en el desierto, y nunca vieron la tierra prometida. Los incrédulos no heredarán la tierra. Su lugar será el lago de fuego y azufre por la eternidad (Ap 21:8). No ver la tierra es la sentencia de Dios a los que se dicen su pueblo, pero son incrédulos a sus promesas. Dios se irrita con los Israelitas por cobardes, rebeldes, desagradecidos, incrédulos, no valoraron la promesa. Grandes juicios tendrían (Núm 14:11-37). Dios aborrece a los que los justifican. Cuidado también con eso iglesia (Jer 23:16).
Dios había escuchado todas las quejas de su “pueblo”. No iban nunca a ver la tierra prometida (Dt 1:34-35). Así mismo sucederá con esta generación, con todos aquellos que hayan “caminado” como pueblo de Dios, que hayan empezado a caminar el desierto de la vida cristiana, pero que al ver los gigantes que deben enfrentar, se acobarden, quieran volver a la paz y tranquilidad en la que estaban, se rebelen contra el mandato Divino, desechen la promesa del Señor, y finalmente terminen cayendo en incredulidad. ¿Es usted un cobarde? ¿Es usted un rebelde? ¿Quiere volver atrás? ¿Es un incrédulo?… Ha irritado al Señor. Si va por paz y tranquilidad terrenal, encontrará ira y angustia eterna. Nunca entrará al reposo del Señor, a la Canaán celestial. Ha irritado al Señor: “no verá la tierra…no, ninguno de los que me han irritado la verá”
Caleb y Josué en cambio, son tipos de aquellos que verán la tierra prometida, la Canaán celestial. Seamos valientes, dirijámonos hacia la tierra prometida sin importar lo que enfrentemos (Núm 13:30). Como Josué, esforcémonos y seamos valientes, andemos en su Ley y tomemos posesión de la tierra. Dios va con nosotros (Jos 1:5-6). Valoremos la Tierra como herencia como ellos (Núm 14:6-8). Hagamos como Moisés que tenía “por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios; porque tenía puesta la mirada en el galardón” (Heb 11:26). Creamos a sus promesas, caminemos obedientemente hacia ellas. Hacia la tierra como herencia, a la vida eterna, al reino inconmovible, al reino de los cielos, a la consolación divina y eterna, a la justicia perfecta, a la misericordia, veremos a Dios, seremos llamados hijos de Dios, nos espera galardón grande en los cielos. Batallemos contra la mentira como ellos, contra la falsa iglesia, los rebeldes, aunque seamos odiados (Núm 14:9-10). Vayamos en pos de Cristo como aquellos, diferentes al mundo, con otro espíritu, viendo las cosas diferentes (Núm 14:24). Seamos mansos, no seamos como los que se rebelaron contra Dios, Moisés y Aaron (Dt 1:36-39).
Los que siguen fielmente al Señor, los que son mansos a su Palabra, los que se dejan guiar por la Verdad, por la sana doctrina, los que aman sus mandamientos, los que aman Su Ley y se deleitan en ella, los que tiemblan ante la Palabra del Señor. Los valientes, los que valoran la tierra prometida, los que batallan contra la mentira, los que van en pos de Cristo, los mansos (Sal 37:11; Mt 5:5).
Los que fueron como Josué y Caleb, heredaran la vida eterna (Núm 14:38). ¿Es usted de estos? Entonces el Señor dice: “verás la tierra de la cual juré a Abraham, Isaac y Jacob”. ¿Veremos la buena tierra?
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana





Comentarios