¡POR LA FE MURIERON SIN RECIBIR LO PROMETIDO! (Serie: La Fe).
- mayesil
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«CONFORME A LA FE MURIERON TODOS ESTOS SIN HABER RECIBIDO LO PROMETIDO, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad» (Hebreos 11:13-16).
“Vivir el presente con la vista en la eternidad, es la esencia de la cosmovisión cristiana” (Biblia de la Reforma).
1. NO RECIBIERON LO PROMETIDO.
"Dios le dio a Abraham la promesa de la tierra y se la repitió a Isaac y a Jacob. Sin embargo, los patriarcas siguieron siendo nómadas que vivieron en la tierra como “extranjeros y peregrinos”. Recibieron la promesa de una innumerable descendencia; no obstante, al morir, los patriarcas sólo tenían hijos y nietos. “no recibieron lo prometido”. Su fe les sostuvo; creían que Dios sería fiel a su Palabra, y cumpliría las promesas. Los patriarcas discernieron en el futuro el cumplimiento de las promesas. Por la fe dieron la bienvenida a este cumplimiento, “mirándolo de lejos”. Con los ojos de la fe vieron la bondad de Dios en el cumplimiento de las promesas a su debido tiempo. Pero con los ojos físicos vieron “que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra”” (Hendriksen & Kistemaker).
NO RECIBIERON LO PROMETIDO.
Se refiere especialmente a Abraham, Sara, Isaac y Jacob; que murieron sin recibir el cumplimiento de la promesa. Sin embargo, los demás héroes de la fe tampoco recibieron lo prometido (v39-40). Moisés recibió la promesa que Israel poseería la tierra de Canaán, pero por no glorificar a Dios en las aguas de Meriba, nunca entró en esa tierra (Tampoco Aarón); sólo se le permitió verla desde uno de los montes de Moab (Dt 3:27; 32:51-53; 34:4). Nosotros, a diferencia de ellos, ya hemos visto la promesa de la venida de Cristo, sin embargo, aún no hemos recibido plenamente la promesa de la Jerusalén celestial. Tenemos mayores ventajas para caminar la carrera.
VIVIERON POR FE, COMO EXTRANJEROS Y PEREGRINOS.
Vieron las promesas a lo lejos. La fe ve las misericordias prometidas a gran distancia. Abraham vio el día de Cristo, aún lejos, y se gozó (Jn 8:56). Estaban convencidos que eran ciertas y se cumplirían. Las acogieron, vieron las bendiciones en el futuro, los hicieron presentes, y se gozaron de antemano en ellas. Confesaron ser extranjeros y peregrinos en la tierra. No se avergonzaban; sus labios y vidas confesaban su estado. Esperaban poco del mundo. Se esforzaban por desprenderse de todo peso y preparar sus mentes a seguir su camino. Abraham, Sara, Isaac y Jacob, vivieron como extranjeros en Canaán (v9). Murieron convencidos que todas las promesas se cumplirían. Se sometieron a la voluntad de Dios; apagaron los dardos de fuego del maligno; vencieron los terrores de la muerte, y se despidieron gozosos de este mundo.
Moisés se mudó de Egipto hasta Madián, y después hasta la frontera de Canaán; vivió como peregrino y extranjero (v27). Hasta el día de su muerte, siguió siendo un extranjero y peregrino, viviendo en el desierto. Nosotros nos aferramos a la promesa que recibiremos como herencia esta tierra que estamos pisando, aunque aún no la hayamos poseído (Mt 5:5). Y por eso, también vivimos como peregrinos y extranjeros en esta tierra que un día será nuestra, caminando hacia ella, en pureza y santidad (1 P 2:11-12). No somos de este mundo, debemos vivir acá como extranjeros y peregrinos; confiando que el Señor nos guarda del mal (Jn 17:14-15). No tenemos acá ciudad permanente (He 13:13-14). Nuestra ciudadanía está en el cielo (Fil 3:20-21).
Todos vamos a morir, o presentarnos delante del Señor (He 9:27). Debemos morir o partir, pero en el Señor, si queremos recibir lo prometido (Ap 14:13).
2. BUSCARON UNA PATRIA MEJOR.
“Los creyentes saben que este escenario terrenal es transitorio, y que su hogar celestial es permanente. Reconocen plenamente el carácter temporal de su permanencia sobre la tierra, y anhelan su morada eterna en el cielo. Los creyentes no huyen de este mundo; este mundo, es el taller de trabajo del cristiano. Y cualquiera que sea la ocupación honesta y honorable que el creyente tenga, Dios la bendecirá” (Hendriksen & Kistemaker).
UNA PATRIA MEJOR.
Ya somos ciudadanos de esa Patria, pero un día la veremos plenamente. La ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial; la Patria de los lugares celestiales, y una sociedad celestial (He 12:22-24). La santa ciudad, la nueva Jerusalén, la Patria que viene del cielo (Ap 21:2). La gran ciudad santa de Jerusalén, la Patria gloriosa (Ap 21:10-11). La ciudad que no tiene Templo, sol, ni luna, porque en esa Patria Dios lo llena todo (Ap 21:22-23). La Patria a la que solo pueden entrar los cristianos verdaderos (Ap 21:27). La ciudad y Patria que tiene el Árbol de la Vida en medio de ella (Ap 22:2). La patria que no tiene ninguna maldición (Ap 22:3-4). La Patria que no tiene oscuridad (Ap 22:5). Es la Patria que Cristo está preparando para nosotros (Jn 14:2).
BUSCARON ESA PATRIA.
Los patriarcas no buscaban una herencia terrenal, sino una celestial. Allí está su origen espiritual, y su herencia. Abraham esperaba la Patria Celestial, por eso la buscó (v10). Busquemos la Patria por venir (He 13:14). Busquemos y caminemos el camino que nos lleva a las moradas de la Patria que Cristo está preparando (Jn 14:5-6). Esta tierra pasará, pero esperamos cielos nuevos y tierra nueva en nuestra Patria Celestial (2 P 3:13). Si no fuera así, seríamos los mas desdichados de todos los hombres (1 Co 15:19). Pongamos nuestros ojos en la Patria Celestial (Col 3:1-2).
La iglesia clama porque venga plenamente la Patria celestial (Ap 22:17). Que venga pronto Cristo para que veamos la Patria celestial en toda su plenitud (Ap 22:20). Cristo está preparándonos esa Patria celestial; Él volverá y nos llevará allá (Jn 14:3). Es mejor partir y estar con Cristo en la Patria celestial; pero mientras eso, debemos vivir para Él (Fil 1:21-24).
NO VOLVIERON ATRÁS.
Los patriarcas pudieron tener muchas oportunidades de regresar a su país, sin embargo, no lo hicieron. Tenían la fuerza y los recursos para regresar, conocían el camino, sus viejos amigos se habrían alegrado de recibirlos. Pero ellos anhelaban una patria mejor, la celestial.
El que mira atrás no es apto para la Patria celestial (Lc 9:62). No volvamos atrás al mundo; volvamos más bien al primer amor; comeremos del Árbol de la Vida (Ap 2:7). No volvamos atrás si somos perseguidos hasta la muerte; tendremos vida eterna (Ap 2:11). No comamos de nuevo lo sacrificado a los ídolos; comeremos del maná escondido, y recibiremos la piedrecita blanca (Ap 2:17). No nos dejemos seducir de nuevo por Jezabel; reinaremos con Cristo, y juzgaremos a las naciones (Ap 2:26-28). Levantémonos del sueño para no perecer de muerte; seremos vestidos de vestiduras blancas y reconocidos por el Señor eternamente (Ap 3:5). Sigamos adelante con nuestra poca fuerza, fieles al Señor y su Palabra, por la puerta que nos abrió; seremos columna eterna del templo de Dios (Ap 3:12). Venzamos la tibieza con celo; nos sentaremos con Cristo en su trono (Ap 3:21). Debemos acabar la carrera para recibir la corona de Justicia en la Patria celestial (2 Ti 4:7-8).
Solo los vencedores, heredarán todas estas cosas en la Patria Celestial (Ap 21:7). Cristo oró para que llegáramos a esa Patria, y nos está esperando allí (Jn 17:24).
3. DIOS NO SE AVERGUENZA DE ELLOS
“Dios es el Dios de los vivos. Cualquiera que pone su fe en Dios entra en esa patria celestial. Y Dios no se avergüenza de ser su Dios… Él ha preparado un lugar para nosotros (Jn 14:2). Somos privilegiados por encima de todos porque “nuestra ciudadanía está en el cielo” (Fil 3:20). Todos aquellos que por la fe anhelan la ciudad celestial que Dios ha preparado, reciben la ciudadanía celestial (Ap 21:2)” (Hendriksen & Kistemaker).
Él es el Dios de todos los verdaderos creyentes. Se llama a si mismo su Dios: “Yo soy el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob? Dios no es Dios de muertos, sino de vivos”. Nos permite llamarlo así. Nos da el espíritu de adopción para clamar: “¡Abba, Padre!”. Lo podemos llamar: “Padre nuestro”; o como Tomás: “Señor y Dios mío”. No se avergüenza de ser llamado nuestro Dios. A pesar de nuestra insignificancia y pecado. Como prueba, nos ha preparado una ciudad, el cielo. Cristo se fue a prepararnos morada en esa patria celestial (Jn 14:2-3).
Cristo no se avergüenza de llamarnos hermanos (He 2:11-12). Cristo, nuestro Padre Eterno, no se avergüenza de reconocernos ante Dios y los hombres, como sus hijos, dados por Dios como su descendencia espiritual (He 2:13). Cristo no se avergonzará de reconocernos como sus siervos fieles (Mt 25:23). Cristo no se avergonzará de reconocernos como benditos del Padre, si fuimos misericordiosos con su pueblo; y nos dará como recompensa su Reino (Mt 25:34). Todos los que creen en Cristo, no serán avergonzados (Ro 10:11). Todos los que ven a Cristo precioso, no serán avergonzados (1 P 2:6). Todos los que confiesen a Cristo ante el mundo; Él no se avergonzará de confesarlos ante el Padre (Mt 10:32). Pero los que se avergüencen de Cristo ante el mundo; Cristo los negará ante el Padre (Mt 10:33). Los que se avergüencen de Él y sus palabras en este mundo perverso, Él se avergonzará de ellos en el juicio (Mc 8:38). Los que se avergüence de Cristo y sus palabras, Cristo se avergonzará de ellos (Lc 9:26). De su pueblo no se avergonzará, pero el resto tendrá vergüenza eterna (Dn 12:2).
«CONFORME A LA FE MURIERON TODOS ESTOS SIN HABER RECIBIDO LO PROMETIDO, sino mirándolo de lejos, y creyéndolo, y saludándolo, y confesando que eran extranjeros y peregrinos sobre la tierra. Porque los que esto dicen, claramente dan a entender que buscan una patria; pues si hubiesen estado pensando en aquella de donde salieron, ciertamente tenían tiempo de volver. Pero anhelaban una mejor, esto es, celestial; por lo cual Dios no se avergüenza de llamarse Dios de ellos; porque les ha preparado una ciudad».
X SU GRACIA: Comunidad Cristiana.
Escucha el sermón del domingo 23 de Noviembre de 2025: ¡POR LA FE MURIERON SIN RECIBIR LO PROMETIDO!

